viernes, 20 de abril de 2012

3. De todos modos


Cuando un orden de cosas resulta alterado, lo más sano sería restituirlo, si se pensara de la manera en que lo haría cualquier mortal que hubiese metido la pata y sintiese algo de culpa por eso.
Sin saber cómo y al notar que la trama a partir de este momento se dispondría a hacer lo que quisiese, buena solución resultaría un programa alternativo.
Con el mismo procedimiento encontré debajo de un vínculo, promisorio pero discreto —sino fuera por la mano que todo lo indica— una sucesión de códigos que configuraban un delito aún no cometido, enfatizando la risa burlona y sarcástica del que esto escribe. Era, más que una confesión, un manual de instrucciones:


En un primer momento hay que proceder a crear un ambiente de ensoñación para adormecer a la víctima que debe ser previamente imaginada

Entonces quise recordar que la negra no tenía más de diecinueve años pero ya estaba lo suficientemente dotada, desde hacía tiempo, para la vida adulta. Desde el momento que secó los fluidos que le ocasionaba el deseo a los siete años, se notaba que la niña no era tan niña, quizás desde la tarde después del partido de fútbol en el vestuario de los varones. O quizás porque, literalmente volaba, en el sentido más terrícola que se le puede dar al término. Terminada su iniciación en antropología cultural, primera asignatura del semestre, volvía de recoger apuntes y necesidades cuando Oscar notó que necesitaba el café al que lo invitaban sus ojos grises. Realmente era una mujer interesante: locuaz y de notable verborrea, con marcadas intenciones de experimentar límites y nuevas consideraciones.
―No se rehusó a acompañarme al departamento del noveno piso ―me dijo Oscar—, ni a dejar, después de Todo, escrito un papelito que colgó de un imán en la heladera. No quiero buscar excusas pero fueron, tal vez, tamaños sinsentidos, como el de —Volvés a repetirlo y te prometo que me lanzo de acá— lo que me llevó a encender la luz y pedirle que se fuera. Y, sinceramente, no pude prever el desenlace.

Aunque aturdido y abrumado por la duda y, por más cansancio que osara vencerme, dejé las cosas como estaban y eché un ojo a otra parte.

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